EDUARDO VASQUEZ CARRASCO
INTRODUCCION
Loa ministerios de
la iglesia pueden agruparse y estudiarse en base a sus propósitos. Cada uno de
los ministerios de la iglesia cumple un propósito. Todo ministerio dado por
Dios a la iglesia tiene una razón de ser, tiene objetivos que cumplir y tareas
que realizar.
Esos propósitos
pueden clasificarse según a quien van dirigidos, es decir, según su objeto
diana. En otras palabras, cada ministerio de la iglesia tiene el propósito o la
finalidad de suplir las necesidades o expectativas de ciertas personas. Estos
ministerios pueden ir dirigidos a Dios mismo, a la congregación de creyentes o
al mundo.
Los capítulos de
la presente monografía están divididos siguiendo este diseño. El primer
capitulo agrupa a los ministerios que según su finalidad, van dirigidos a
completar las expectativas de Dios con relación a su pueblo. El capitulo dos
trata sobre los ministerios que intentan satisfacer las necesidades del cuerpo
de Cristo, la iglesia. Mientras que el tercero versa sobre los ministerios
dirigidos a suplir las necesidades del mundo no creyente.
Sin duda podría
haber otras formas de clasificar los ministerios eclesiásticos. Pero
clasificarlos según sus propósitos permite ver sus orientaciones y fines.
Admite orientar la labor de la iglesia según el objeto hacia el que van
dirigidos sus esfuerzos. Facilita el agrupamiento y la organización clara de
los ministerios al interior de la iglesia. La clasificación orientada al
propósito tiene pues muchas ventajas.
1.
EL
MINISTERIO A DIOS: LA ADORACION
En relación a Dios
el propósito de la iglesia es adorarle. Pablo dice a la iglesia de Colosas:
«Canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de
corazón» (Col 3:16). Dios nos ha destinado y señalado en Cristo para que
«seamos para alabanza de su gloria» (Ef 1:12).
La adoración en la
iglesia no es meramente una preparación para algo más: es en sí misma cumplir
el propósito principal de la iglesia con referencia a su Señor. Por eso Pablo
puede seguir una exhortación de que debemos «aprovechar al máximo cada momento
oportuno» con un mandamiento de ser llenos del Espíritu y entonces decir:
«Canten y alaben al Señor con el corazón» (Ef 5:16-19).
1.1. LOS MOMENTOS
DE LA ADORACIÓN
En realidad, toda
la vida del creyente se resume en estas tres etapas: todo lo que uno es y hace
constituye una preparación para la próxima experiencia de adoración; luego se
produce el encuentro con Dios; y después todo lo que uno es y hace debe
reflejar la experiencia que tuvo en la presencia de Dios.
1.1.1. LO QUE
ANTECEDE A LA ADORACIÓN
Ningún ser humano
puede agradar a Dios en la adoración sin la debida preparación. Como uno, con
sumo cuidado y diligencia, se prepara para entrevistarse con una persona de
alta dignidad, en la misma manera es lógico que sea diligente en la preparación
para entrevistarse con la Dignidad Suprema, el mismo Creador del universo. Por
otro lado, es cierto que Dios está disponible en todo momento para el creyente
que le busca con corazón sincero.
En un momento de
suma emergencia, el creyente que está en buena relación con Dios puede clamar a
él sin pasar por un período de preparación. Pero, como norma general, hay
varios pasos previos o condiciones necesarias para asegurar que el acto de
adoración sea agradable a Dios y provechoso para el adorador. Hay una
preparación general que incluye todo lo que uno es y hace, como señalamos
arriba, pero hace falta una preparación específica, un tiempo para concentrarse
en la persona y obra de Dios y en la condición necesitada del adorador. Esta preparación
específica incluye por lo menos cinco elementos: tomar conciencia de la persona
de Dios; tomar conciencia del propósito y obras de Dios; tomar conciencia de su
propia necesidad; tomar en cuenta las instrucciones de Dios; tomar medidas
adecuadas para expresar su adoración.
1.1.2. LO QUE
SUCEDE EN EL ACTO DE ADORACIÓN
En un acto de
adoración, sea privada o colectiva, hay a lo menos ocho cosas que suceden: la
naturaleza de Dios se destaca; las obras de Dios se reconocen; los pecados son
revelados por Dios; se suplica por la misericordia de Dios; la voluntad de Dios
se revela al adorador; rendimiento a Dios como Señor soberano; se ofrece a Dios
algo de valor; y se intercede a favor de otros.
Hay por lo menos
cinco modos de adoración: respuesta, diálogo, ofrenda, drama y celebración. La
adoración es básicamente una respuesta a lo que Dios es y hace. Esta respuesta
llega a ser un diálogo personal si nos quedamos atentos en la presencia de Dios
tiempo suficiente para que él nos responda.
1.1.3. LO QUE SIGUE
AL ACTO DE ADORACIÓN
Lo auténtico de la
experiencia de adoración se manifiesta en lo que sigue al acto. Uno no puede
estar en la presencia del Dios tres veces santo y seguir viviendo como antes.
Se verán sin lugar a dudas cambios importantes en la vida del adorador; todas
las áreas de su vida serán afectadas. El que escribe recuerda un dicho de un
profesor suyo que capta este concepto. Él decía: “no importa tanto lo alto que
uno salte en la adoración como lo recto que camine después”. En el repaso de
las experiencias de adoración en la Biblia hemos descubierto por lo menos
cuatro resultados de la adoración que agrada a Dios: Dios manifiesta su agrado
o desagrado; Dios es glorificado y su reino extendido; el adorador es
bendecido; y el adorador obedece la voluntad de Dios.
2. EL MINISTERIO A LOS CREYENTES: NUTRIR
Según la Biblia la
iglesia tiene una obligación de nutrir a los que ya son creyentes y edificarlos
a la madurez en la fe. Pablo dijo que su propia meta no era simplemente llevar
a las personas a la fe inicial que salva sino «presentar perfecto en Cristo
Jesús a todo hombre» (Col 1:28). Le dijo a la iglesia de Éfeso que Dios dio a
la iglesia personas dotadas «a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra
de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos
a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad
perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo» (Ef4:12-13).
Es claramente
contrario al patrón del Nuevo Testamento pensar que nuestra única meta con las
personas es llevarlas a la fe inicial que salva. Nuestra meta como iglesia debe
ser presentar a Dios a todo creyente «perfecto en Cristo» (Col 1:28).
2.1. JESÚS DEFINE
EL DISCIPULADO
Se ha establecido
que la meta primordial de Jesús para los creyentes, es el hacer discípulos,
esto quiere decir, personas que se han arrepentido de sus pecados y que están
aprendiendo y obedeciendo sus mandamientos. Jesús define lo que es un discípulo
en Juan 8:32: “Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
De acuerdo con
Jesús, los verdaderos discípulos son aquellos que permanecen o viven en su
Palabra. En tanto aprenden la verdad de su Palabra, son progresivamente “libres”,
y el contexto siguiente explica que Jesús estaba hablando acerca de hacerlos
libres del pecado (Juan 8: 34-36). Así se puede ver por la definición de Jesús,
que los discípulos están aprendiendo y obedeciendo sus mandamientos.
Jesús después
dijo, “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y así
prueben que sois mis discípulos” (Juan 15: 8). La definición de Jesús en esta
forma dice que los discípulos están glorificando a Dios por llevar fruto. Aquellos
que no llevan fruto, no son llamados sus discípulos. Más específicamente, Jesús
define que los verdaderos discípulos se identifican por su fruto en Lucas 14:
25- 33. Los discípulos de Jesús obedecen sus mandamientos.
2.2. UN SEGUNDO
REQUISITO
Jesús continuó hablando
a las multitudes que iban con Él y les dijo, “El que no lleva su propia cruz y
viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14: 27). Este es el
segundo requisito que Jesús pide para ser su discípulo. Jesús estaba usando una
hipérbole.
La mayoría de
personas, si no todas las personas judías que estaban escuchando a Jesús,
habían presenciado a criminales condenados a morir crucificados. Los romanos
crucificaban a los criminales a lo largo de la vía pública afuera de las puertas
de la ciudad para así maximizar el efecto de la crucifixión para disuadirles del
crimen. Por esta razón, la frase “lleva tu cruz”, era una expresión muy común
en los días de Jesús. Cada persona que era crucificada había escuchado a un
soldado romano decir “toma tú cruz y sígueme”. Estas eran palabras que el
condenado temía, pues él sabía que esta frase marcaba el comienzo de horas de
gran agonía. Así que esta frase pudo volverse una expresión común que significaba,
“Acepta el inevitable duro trabajo que viene para ti”.
Tomar la cruz, es
sinónimo de negarse a uno mismo y Jesús la usó con este sentido en Mateo 16:24:
“Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame “. Esto puede ser parafraseado, “si alguien desea venir en pos de mí,
deje a un lado su agenda, prepárese para el difícil trabajo que viene como consecuencia
de su decisión, y sígame”. Así que, los verdaderos discípulos están dispuestos
a sufrir por el hecho de seguir a Jesús.
2.3. UN TERCER
REQUISITO
Jesús, ese mismo
día, dio a las multitudes un requisito más de lo que es ser un discípulo: Así,
pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser
mi discípulo (Lucas 14: 33).
De nuevo, sería
lógico concluir que Jesús estaba usando una hipérbole. No necesitamos renunciar
a todas nuestras posesiones en el sentido de que tenemos que dejar nuestro
refugio, abrigo, y comida. Sin embargo, ciertamente tenemos que renunciar a
nuestras posesiones en el sentido de dar la mayordomía de nuestras posesiones a
Dios, y saber que ya no somos servidores del espíritu de codicia, pues servimos
a Dios con nuestras posesiones. Ciertamente el resultado podría ser, renunciar
a muchas de nuestras posesiones innecesarias y vivir una vida simple con una
mayordomía generosa y compartir, como lo hicieron los primeros cristianos. Ser
un discípulo de Cristo significa obedecer sus mandamientos y Él ordenó a sus
seguidores el no hacerse tesoros en la tierra, si no, en el cielo.
2.4. UN ÚLTIMO Y
SANO PENSAMIENTO
Claramente, Jesús
quiere que las personas se conviertan en sus discípulos, como lo reveló en sus
palabras a las multitudes registradas en Lucas 14: 26–33. ¿Qué tan importante
es ser su discípulo? ¿Qué pasaría si alguno decide no ser su discípulo?
Jesús respondió a
esta pregunta al final de su discurso en Lucas 14: “Por lo tanto, la sal es
buena, pero si la sal se hace insípida, ¿con que se sazonará? Ni para la tierra
ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.
(Lucas 14: 34-35).
Nótese que estas
declaraciones se relacionan con lo anterior, pues el texto comienza con la
frase por lo tanto. Se supone que la sal tiene que ser salada. Eso es lo que la
convierte en sal. Si pierde su sabor, es inservible y la “arrojan fuera”.
¿Qué tiene que ver
esto con ser un discípulo? Así como se espera que la sal sea salada, Jesús
espera que las personas sean sus discípulos. Debido a que Él es Dios, nuestra
obligación razonable es amarle grandemente y tomar nuestras cruces. Si no somos
sus discípulos, estamos rechazando su razón para nuestra existencia. Seríamos buenos
para nada y destinados a ser “arrojados fuera”.
3. EL MINISTERIO AL MUNDO: EVANGELIZACION
Y MISERICORDIA
Jesús les dijo a
sus discípulos: «hagan discípulos de todas las naciones» (Mt 28: 19). Esta obra
evangelizadora de declarar el evangelio es el ministerio primario de la iglesia
hacia el mundo.
Sin embargo,
acompañando a la obra de evangelización también está un ministerio de
misericordia; misericordia que incluye atender en el nombre del Señor a los
pobres y necesitados. Aunque el énfasis del Nuevo Testamento es dar ayuda
material a los que son parte de la iglesia (Hch 11:29; 2 Co 8:4; 1Jn 3:17), con
todo hay una afirmación de que es correcto ayudar a los no creyentes aunque
ellos no respondan con gratitud o aceptación el mensaje del evangelio. Jesús
nos dice: “Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y
denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y
serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.
Sean compasivos, así como su Padre es compasivo” (Lc 6:35-36).
El punto de la
explicación de Jesús es que debemos imitar a Dios al ser bondadosos por igual
con los que son ingratos y egoístas. Es más, tenemos el ejemplo de Jesús que no
intentó sanar sólo a los que lo aceptaron como Mesías. Más bien, cuando grandes
multitudes vinieron a él, «él puso las manos sobre cada uno de ellos y los
sanó» (Lc 4:40). Esto debería animarnos a realizar obras de bondad, y orar por
sanidad y otras necesidades, en la vida de los que no son creyentes tanto como
de los creyentes.
Tales ministerios
de misericordia al mundo también pueden incluir participación en actividades
cívicas o intentar influir en las políticas del gobierno para hacerlas más
consistentes con los principios morales bíblicos. En aspectos en que hay una
injusticia sistemática manifestada en el tratamiento de los pobres o de
minorías étnicas o religiosas, la iglesia también debería orar y, según se
presente la oportunidad, hablar contra tal injusticia.
Todos estos son
maneras en las que la iglesia puede suplementar su ministerio evangelizador al
mundo y en verdad adornar el evangelio que profesa. Pero tales ministerios de
misericordia al mundo nunca deben llegar a ser sustituto de una evangelización
genuina o de los otros aspectos de ministerio a Dios y a los creyentes.
3.1. EL EVANGELIO:
BUENAS NUEVAS
El término
utilizado en el Nuevo Testamento para evangelio es euangelion. Se compone de un prefijo que significa bueno o alegre y
la raíz que quiere decir mensaje o noticia. La palabra aparece con frecuencia en
el Nuevo Testamento para comunicar "mensajes relativos a victorias, así
como mensajes políticos y privados portadores de buenas nuevas"; En un
período de la historia en que no existía ni la imprenta ni la radio ni la televisión,
los mensajeros portadores de buenas noticias las comunicaban en persona. Se
hacía de forma hablada, como un comunicado. Se emitía en tono festivo. El
mensajero se regocijaba con las noticias que debía llevar. Eran buenas nuevas.
3.2. ¿QUÉ
SIGNIFICAN LAS BUENAS NUEVAS?
Existen varias
definiciones que sirven para denotar con exactitud qué es el evangelio. Estas
buenas noticias son: que hay un Dios vivo creador de todo, que Dios trajo su
poder imperial sobre esta tierra (el reino de Dios), que Jesús es el Cristo (el
Salvador), que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, que
Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día, que hay una promesa dada que
es el Espíritu Santo, que esta promesa de salvación es para todo aquel que
cree, que mediante esta salvación se pude obtener paz con Dios y con los otros,
que hay una promesa de vida eterna, que Dios es justo, que Dios derrama su
gracia sobre la humanidad, que esta salvación es la base de toda promesa.
El evangelio no es
solo noticias. Es primero noticia y después doctrina. Doctrina significa
enseñanza, explicación, aclaración. La doctrina es parte del evangelio porque
las buenas nuevas no se pueden pronunciar solo de la boca de un heraldo, la
mente del que escucha tiene que entenderlas.
La doctrina del
evangelio es de gran importancia porque las buenas nuevas son tan plenas, ricas
y maravillosas que deben abrirse como si fueran un cofre de un tesoro y todo el
tesoro debe sacarse para disfrute del mundo. La doctrina es la descripción de
dicho tesoro. La doctrina describe su verdadero valor y explica por qué es
invaluable.
3.3. HACER
MISERICORDIA: EL EJEMPLO DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Para cuidar a los
necesitados, los santos en Jerusalén vendieron sus propiedades y trajeron el
producto de las ventas y lo colocaron a los pies de los apóstoles (Hch.
4:34-35). Lucas singulariza el ejemplo de Bernabé. Vendió su tierra y trajo el
dinero y lo colocó a los pies de los apóstoles (Hch. 4:36-37). En contraste al
buen ejemplo de Bernabé, Ananías y Safira vendieron su propiedad y pretendieron
estar trayendo todo el precio de lo vendido (Hch. 5:1-11). Los fondos que
trajeron los colocaron a los pies de los apóstoles (Hch. 5:2). Esta narración
declara que aun cuando la propiedad era vendida el ingreso permanecía bajo el
control de los propietarios. La narración implica que ellos no continuaban
teniendo control después que lo colocaban a los pies de los apóstoles (Hch.
5:4).
Otro ejemplo es el
cuidado de las viudas en Jerusalén (Hch. 6:1-6). ¡Aún las iglesias con
apóstoles tenían problemas! A medida que los discípulos aumentaban, un grupo
étnico entre ellos percibió que sus viudas estaban siendo desatendidas con el
sostenimiento diario (Hch. 6:1-6). Esta era una actividad de grupo y debe haber
abarcado el uso de los fondos. La congregación fue instruida a seleccionar
siete hombres para que atendieran la necesidad. En vista de que los apóstoles
no podían dejar el ministerio de la palabra y la oración, es razonable concluir
que la supervisión del tesoro pudo haber sido pasada, al menos en parte, a
estos hombres.
3.4. ALGUNOS
PRINCIPIOS DEL DAR PARA EL CRISTIANO
Cada cristiano
debería entender la importancia de dar como él o ella haya sido prosperado por
el Señor. Hay algunos principios generales para gobernar nuestro dar. Todas las
almas pertenecen al Señor (Ez. 18:4). Nuestra vida debe ser una de mayordomía
(Mat. 25:14-30). Se requiere fidelidad de los administradores (1 Cor. 4:1-2).
También hay principios
específicos de dar. Deberíamos dar como hayamos sido prosperados (1 Cor. 16:2).
Nuestra ofrenda debe ser proporcional a nuestro ingreso. No debemos compararnos
nosotros mismos con los demás, sino que debemos rendir nuestra propia mayordomía.
Alguien puede dar más y alguien puede dar menos, dependiendo de sus ingresos y
verdaderas obligaciones familiares.
También deberíamos
dar como hayamos propuesto, acorde al plan, no fortuitamente (2 Cor. 9:7). Deberíamos
dar con liberalidad (Rom. 12:8). La palabra usada aquí (haplotes) algunas veces significa “generosamente” con referencia a
la ofrenda (2 Cor. 8:2; 9:11), pero puede significar “simplicidad, sinceridad, sencillez”
(Vine, Vol. 2, Pág. 314). La ofrenda de uno debería ser in ostentación (Mat.
6:1-4). El cristiano no debería ser un jactancioso en su ofrenda. La iglesia en
Corinto fue urgida a abundar en la gracia del dar
(2 Cor. 8:7).
Deberíamos dar con
alegría. “Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7; 8:12). Alegre es de la palabra
griega hilaros, de la cual conseguimos la palabra española hilarante
(divertidísimo). Deberíamos dar sacrificadamente. Jesús alabó a la viuda que
dio lo que tenía (Mr. 12:41-44). Los macedonios son alabados porque se dieron primeramente
al Señor (2 Cor. 8:1-5; cfr. Heb. 13:16).
CONCLUSIONES
En relación a Dios
el propósito de la iglesia es adorarle. La
adoración en la iglesia no es meramente una preparación para algo más: es en sí
misma cumplir el propósito principal de la iglesia con referencia a su Señor. En
realidad, toda la vida del creyente se resume en estas tres etapas: todo lo que
uno es y hace constituye una preparación para la próxima experiencia de
adoración; luego se produce el encuentro con Dios; y después todo lo que uno es
y hace debe reflejar la experiencia que tuvo en la presencia de Dios.
Según la Biblia la
iglesia tiene una obligación de nutrir a los que ya son creyentes y edificarlos
a la madurez en la fe. Es claramente contrario al patrón del Nuevo Testamento
pensar que nuestra única meta con las personas es llevarlas a la fe inicial que
salva. Nuestra meta como iglesia debe ser presentar a Dios a todo creyente
«perfecto en Cristo» (Col 1:28).
Se ha establecido
que la meta primordial de Jesús para los creyentes, es el hacer discípulos,
esto quiere decir, personas que se han arrepentido de sus pecados y que están
aprendiendo y obedeciendo sus mandamientos. Jesús define lo que es un discípulo
en Juan 8:32: “Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Jesús les dijo a
sus discípulos: «hagan discípulos de todas las naciones» (Mt 28: 19). Esta obra
evangelizadora de declarar el evangelio es el ministerio primario de la iglesia
hacia el mundo. Sin embargo, acompañando a la obra de evangelización también
está un ministerio de misericordia; misericordia que incluye atender en el
nombre del Señor a los pobres y necesitados.
La doctrina del
evangelio es de gran importancia porque las buenas nuevas son tan plenas, ricas
y maravillosas que deben abrirse como si fueran un cofre de un tesoro y todo el
tesoro debe sacarse para disfrute del mundo. La doctrina es la descripción de
dicho tesoro. La doctrina describe su verdadero valor y explica por qué es
invaluable.
Cada cristiano
debería entender la importancia de dar como él o ella haya sido prosperado por
el Señor. Hay algunos principios generales para gobernar nuestro dar. Todas las
almas pertenecen al Señor (Ez. 18:4). Nuestra vida debe ser una de mayordomía
(Mat. 25:14-30). Se requiere fidelidad de los administradores (1 Cor. 4:1-2).
BIBLIOGRAFIA
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James (2003). La adoración que agrada al Altísimo. El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones.
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Wayne (2007). Teología sistemática. Miami: Vida.
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Jenkins,
Ferrell (2002). La iglesia primitiva. S.l.: s.e.
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Piper,
John (2005). Dios es el evangelio. Grand Rapids: Portavoz.
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Servant,
David (2004). El ministro que hace discípulos. Pittsburgh: Shepherd Serve.