martes, 8 de septiembre de 2015

HOMOSEXUALIDAD: PERSPECTIVAS SECULAR Y CRISTIANA

EDUARDO VASQUEZ CARRASCO

INTRODUCCION
El tema de la homosexualidad es pertinente por varios motivos. A pesar de ser parte de la sexualidad humana desde que esta existe sobre la tierra, nunca pierde su vigencia, ya que ha acompañado al ser humano siempre. Es un tema actual, entonces, que exige se le preste atención.
También es pertinente abordarlo por lo polémico que resulta. La ética sexual, como cualquier otra ética, despierta opiniones encontradas entre las personas. Por lo general, muchos responden iracundamente cuando se menciona el tema, ya sea aprobándolo o censurándolo.
También es un tema urgente. La iglesia ha intentado hacerse de la vista gorda con este tema por mucho tiempo, tal vez por miedo o ignorancia. Pero desde hace tiempo, con la liberación sexual y el advenimiento de la posmodernidad, la homosexualidad como estilo de vida y forma de vivir la sexualidad humana ha vivido junto a quienes forman parte de la iglesia, a través de amigos, familiares o conocidos.
La iglesia es retada a dar una respuesta, y urgente, a las personas que están sumergidas en este ríspido asunto. La importancia del tema estriba, pues, en que es urgente una respuesta informada y bíblicamente fiel de parte del cuerpo de Cristo.

LA PERSPECTIVA SECULAR
El movimiento de liberación sexual ha impactado grandemente en la forma como las personas ven el tema de la homosexualidad[1]. El feminismo, movimientos hippies, pacifistas, de protesta, etc. y otros movimientos sociales han contribuido a la liberación sexual de una sociedad que veía la sexualidad como un tabú.
El psicoanálisis, el humanismo, los adelantos científicos y tecnológicos con la consecuente ilusión de poder y dominio en el ser humano, han contribuido también a abordar la sexualidad humana con menos culpas y más liberalismo.
La sociedad pasó de una visión victoriana, reprimida y culposa de la sexualidad, ha una visión liberal y amoral de la misma. Desde luego que ambos extremos son perniciosos para la salud y bienestar del ser humano. Todavía no se supera la lucha entre la tesis y la antítesis de la sexualidad, todavía no llegamos a la síntesis, al punto medio de cómo debemos vivir nuestra sexualidad. En armonía con nosotros, con los demás y con los imperativo morales de cualquier sociedad.
Otro énfasis que domina la perspectiva secular de la sexualidad en general, y de la homosexualidad en particular, lo da una ética situacional, relativista y hedonista, imperante en nuestra sociedad posmoderna[2]. Luego del desencanto de las promesas de bienestar y progreso que la ciencia, la tecnología y la modernidad no pudieron satisfacer, la sociedad pasó a vivir una etapa de pesimismo, desencanto y relativismo que muchos han venido a llamar posmodernidad.
En nuestra actual sociedad posmoderna, desencantada de las promesas insatisfechas de la modernidad (luego de dos guerras mundiales y varios genocidios, impera una ética situacional y relativista. La gente no cree en verdades absolutas, algunos ni siquiera creen que algo así como la “verdad” pueda existir o ser conocida. Los absolutos morales son ideas arcaicas y desfasadas, ya no hay lugar para ellas. Nada es absoluto, cada uno construye su propio destino, dicen muchos.
Muchos descubrimientos hechos por la psicología, aunque mal entendidos e interpretados, ha sido utilizados como pretextos para descuidar la disciplina en el hogar. El resultado son generaciones de jóvenes sin valores y sin rumbo fijo, padres necios e inmaduros, ciudadanos irresponsables, autoridades ineficaces, etc. Nadie se hace cargo de nada, salvo de lo  que le afecte personalmente. Palabras como solidaridad y bien común solo quedan en la retorica de los políticos.
A todo esto hay que agregar un hedonismo reinante. La gente solo hace aquello que le resultad fácil y placentero. El esfuerzo y el trabajo duro están muy lejos de los ideales de las mayorías. Todos buscan los mejores resultados con el mínimo esfuerzo, aunque eso signifique la desgracia de otro.
En este panorama, no es de extrañar que la homosexualidad no solo haya encontrado cabida, sino que se haga apología y propaganda de ella. Incluso los mismos griegos y romanos de la antigüedad se escandalizarían al presenciar el grado de inmoralidad en que ha caído el género humano.
Como nadie cree en absolutos morales ni en verdades universales, entonces nadie acepta ninguna autoridad que pueda normar, por ejemplo, la sexualidad humana. Se cree y se defiende la idea de que cada ser humano, en la privacidad de su hogar, es el único autorizado a determinar cómo vive su sexualidad.
El ideal de la sociedad posmoderna con relación a la sexualidad es el siguiente. Que cada uno determina, como mejor pueda, cómo vivir su sexualidad. Homosexualidad, bisexualidad, heterosexualidad “flexible”, y un largo etcétera, son aceptados y promovidos porque forman parte de la ética hedonista y relativista dominante.
A pesar de lo antes dicho, hay grupos de personas interesadas en buscar un respaldo bíblico y teológico de la práctica homosexual. Estos grupos utilizan una exégesis y hermenéutica forzadas para eliminar el impedimento bíblico de la práctica homosexual[3]. Pasajes bíblicos como Levítico 18 y 22, Génesis 19, Romanos 1 y 1 Corintios 6, son victimas de una hermenéutica tendenciosa y malintencionada, que busca encontrar una justificación “bíblica” de la homosexualidad.
Otra realidad que no se puede ignorar es la creciente intolerancia hacia el cristianismo y sus valores. Algunos grupos se oponen gratuitamente a todo lo que lleve rastros de cristianismo. Debido a que el cristianismo preconiza absolutos morales, una ética bíblica y estándares altos de vida, esto resulta molesto a muchos grupos de interés.
A pesar de que desde siempre el cristianismo ha sido blanco de burlas y persecuciones, hoy por hoy vemos una intensificación de intolerancia anticristiana. Mientras se abre las puertas a religiones orientales y a filosofías humanistas, se masifican las burlas y ataques a las iglesias y al mensaje evangélico.
No es de extrañar que en este ambiente, se ignore y ridiculice la postura que la iglesia tiene frente a la homosexualidad, y a otras prácticas sexuales.
En resumen, la sociedad actual, hedonista y posmoderna, no solo tolera sino que promueve y defiende ardorosamente la homosexualidad como forma legitima de vivir la sexualidad humana.
Esta postura se entiende, como se dijo, por un desencanto de la modernidad, la proliferación de una ética situacional y hedonista, y un abierto rechazo al cristianismo y a su mensaje evangélico. Todo esto no es otra cosa, que manifestaciones de la naturaleza pecaminosa en las personas irredentas. Es el pecado el que habla desde dentro del corazón de la raza humana, defendiendo y promoviendo la homosexualidad como forma de vida legítima.

LA PERSPECTIVA CRISTIANA
Muy contrario al mito popular, un gran sector de la cristiandad acepta y reconoce como válidos los adelantos científicos[4]. Es verdad que hay grupos fundamentalistas al interior del mundo cristiano que rechazan y niegan cualquier idea o descubrimiento científico. Se manejan bajo la premisa de que la ciencia y la fe son discordantes y disonantes.
Pero tal idea es errada. La ciencia y la Biblia no tienen por qué ser antagónicas. Podemos creer en la Biblia y aceptarla como fuente autoritativa de la revelación divina, y al mismo tiempo conocer, valorar y utilizar los adelantos científicos. No hay contradicción en ello.
En el tema de la homosexualidad, podemos y debemos tener, como cristianos, una opinión informada sobre este asunto. Sin bien es cierto, la ciencia médica y psicológica ha hecho poco por descubrir las causas y naturaleza de la homosexualidad, debemos, con todo, conocer lo que han descubierto hasta el día de hoy[5]. Nuestro fundamento de la Biblia como testimonio autoritativo de ética debe ir acompañado de un entendimiento científico de la homosexualidad. Si queremos ser tomados en serio por la comunidad circundante y si queremos honrar a Dios debemos evitar ser motivo de burla para el evangelio por nuestra ignorancia.
Ya se mencionó antes, creemos que la Biblia es la única fuente autorizada de revelación divina y de ética cristiana[6]. Esto significa que en la Biblia encontramos los absolutos morales que nos guían al momento de determinar qué es éticamente correcto o no. Es verdad que la Biblia es un libro con cierto trasfondo cultural. Es por ello que debemos hacer un buen uso de la exegesis y la hermenéutica para evitar caer en malas interpretaciones.
Esto último es más fácil de decir que de hacer. Es difícil delimitar hasta donde cierto mensaje bíblico es parte de una ética universal para todos los creyentes, cualquiera sea cultura, y que porción de la Biblia relata sólo circunstancias culturales para un pueblo en un tiempo y lugar delimitados.
Un adecuado método hermenéutico, como el método histórico gramatical y el método inductivo, puede ayudarnos a determinar una buena exégesis de los textos bíblicos. Es importante saber que dice la Biblia sobre la homosexualidad, ya que de ese entendimiento se desprenderá mayoritariamente nuestra perspectiva y posición con relación al tema.
Haciendo un breve recorrido por algunas porciones de la Biblia podemos obtener tres grandes ideas que nos pueden dar algunas luces sobre cómo debe afrontar la iglesia el asunto de los homosexuales. Estas tres ideas se pasan a considerar a continuación.
En primer lugar, las puertas de la iglesia deben estar abiertas para todos. A lo largo de toda la Biblia notamos que la invitación a formar parte del pueblo de Dios es universal[7]. En el antiguo pacto con Israel, Dios eligió a este como su pueblo (Jer. 32:38-40; Ez. 34:30-31) pero existí la posibilidad de que cualquier persona que deseara formar parte de este pueblo podía hacerlo (Ex. 12:48).
Ya en el nuevo pacto, el carácter universal del pueblo de Dios se hace más evidente. Son numerosos los pasajes bíblicos del Nuevo Testamento que nos indican el propósito universal del evangelio, es decir, que el evangelio es abierto a todas las personas, cualquiera sea su condición inicial. La gran comisión deja muy claro que su extensión es a todas las naciones (Mat. 28:19-20).
Nuestro Señor Jesucristo dejó bien en claro que la invitación evangélica es para todos, pero, precisamente, es para aquellos enfermos que necesitan médico, para aquellas ovejas que no tienen pastor (Mar. 2:17; Mat. 9:36).
Ya que el evangelio es para todos, pero más urgentemente, para aquellos que necesitan médico, que necesitan curación, queda claro que la iglesia debe abrir sus puertas y recibir cálida y cordialmente a los homosexuales.
Cerrarles las puertas de la iglesia a los homosexuales, o ponerles condiciones o requisitos previos para que puedan ingresar y formar parte de la comunidad de creyentes es un sinsentido anti-bíblico. Esta postura de rechazo y desconfianza hacia los homosexuales responde más que a la piedad cristiana, a un conflicto inconsciente de culpa que se busca reprimir a través de la discriminación y el estigma social.
Muchos cristianos, a pesar de haber sido redimidos y de estar en el proceso de santificación de sus vidas, aun guardan algunos conflictos inconscientes. Culpa, angustia, son algunos sentimientos que aun dominan la vida de muchos creyentes. Cuando estos creyentes se ven reflejados en algún homosexual que llega por primera vez a la iglesia, o cualquier otra persona considerada “pecadora”, entonces afloran sus neurosis personales y responden con rechazo y desaprobación, en un intento por aplacar sus propias angustias personales.
Esta actitud no es para nada saludable. No solo no es cristiana, sino que no es humana ni civilizada por ningún lado que se la mira. La actitud correcta está claramente estipulada en los evangelios. Nuestro Señor Jesucristo nos muestra claramente cuál debe ser nuestra actitud para con las personas que son alcanzadas con el evangelio.
El evangelio es la respuesta y provisión de Dios para aquellos enfermos espirituales y para aquellas almas desamparadas y dispersas que no tienen pastor. Los homosexuales, y muchas otras personas más, son precisamente aquellos enfermos espirituales y aquellas ovejas desamparadas que necesitan del Príncipe de los pastores para hallar el descanso y la sanación que tanto anhelan.
En segundo lugar, la iglesia debe mantener los más altos estándares de vida cristiana para todos[8]. La Biblia deja muy claro que el estándar de vida que Dios demanda de sus hijos es bastante elevado (Mat. 5:48; Ro. 6:13; 8:13; 12:1; Fil. 2:12-13). Son innumerables los pasajes bíblicos donde encontramos una y otra vez las demandas de Dios para una vida cristiana caracterizada por la santificación. Efectivamente, una vida santa es la mejor evidencia de haber alcanzado la redención del calvario.
En ese sentido, la iglesia debe ser celosa de cuidar los más altos estándares de vida santa (1Ti. 3:15). No solo los homosexuales, sino todas las personas, sea cual sea su condición inicial, deben estar conscientes y luchar por ir alcanzando, gradualmente, la santificación en sus vidas. La iglesia debe evitar caer en el error de ser permisiva y laxa al momento de velar por la moral de su congregación. La iglesia no debe tolerar ni aceptar el pecado al interior de su seno.
Así como el llamado a formar parte del pueblo de Dios es universal, el llamado a una vida santa también es para todos sus hijos. Todos los cristianos que de veras quieren agradar a Dios y vivir en congruencia con la salvación que han obtenido, deben aceptar los lineamientos de Dios para su vida y esforzarse por lograrlo.
Esto incluye a los homosexuales, que habiendo llegado a la iglesia y habiendo tenido un encuentro personal con Cristo, ahora deben vivir una vida santa y agradable ante el Señor y ser buenos testimonios para todos, y de esa manera honrar a Dios con sus vidas (He. 12:14; 1Ts. 4:3; 1Jn. 3:3; 2 Pe. 1:5).
Pero los homosexuales no están solos en su lucha por lograr la santidad en sus vidas. La Biblia aclara que ésta se logra viviendo en una comunidad de creyentes (He. 10:24-25). La iglesia no solo debe ser guardiana de la moral, sino también debe ser una comunidad terapéutica que ayude a sus miembros, con amor y aceptación, a alcanzar, conjuntamente, las demandas de Dios (Ef. 4:1-3, 16; 1 Co. 12:12-26; Gal. 6:1-2; 1 Pe. 2:9).
Dios juega un papel importantísimo en nuestra santificación (1 Ts. 5:23; He. 2:5-11; Fil. 2:13). El camino de la santificación para el homosexual es difícil y doloroso. Tiene que luchar contra muchos sentimientos en conflicto. Pero estas personas pueden encontrar el consuelo y la fuerza para no desmallar en la verdad bíblica. Ésta consiste en que no estamos solo en nuestra lucha por vivir santamente. Dios es el principal artífice de nuestra santidad (1 Co. 1:30; He. 12:2; 1 Pe. 2:21; 1 Jn. 2:6).
En tercer lugar, la iglesia debe estar preparada para ayudar a los homosexuales con sus conflictos y dificultades[9]. La iglesia como siervo de Dios en la tierra es llamada a poder responder ante los dilemas humanos. La iglesia tiene una responsabilidad terapéutica para con sus miembros.
El apóstol Pablo nos invita a sobrellevar las cargas los unos de los otros (Gal. 6:2). Esto significa que la iglesia es llamada a ser una comunidad terapéutica, en el sentido que tiene el ministerio de curar y sanar las heridas del alma a través del amor mutuo.
El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Teníamos el imago dei dentro de nosotros. Pero el pecado desdibujó ese imago dei y sucumbimos ante la concupiscencia[10]. La homosexualidad es un claro ejemplo de como el pecado desvirtúa nuestro diseño original, creado por Dios en su soberanía, y lleva a la naturaleza humana hasta la degradación más miserable.
Ya se dijo que esta condición no debe ser impedimento para aceptar a los homosexuales en la iglesia, como primer paso en su proceso de sanación. Nuestro propósito en la tierra es la santificación, buscar reconstruir, con la ayuda y dirección del Espíritu Santo, la imagen de Dios dentro de nosotros. Llegar a la estatura de Cristo, el segundo Adán, quien cumplió fielmente el plan de Dios para nosotros.
En ese sentido, la iglesia debe ser la comunidad que ayude a sus integrantes a reconstruir la imagen de Dios dentro de ellos, desdibujada por la presencia del pecado. Debemos buscar vivir nuestra santidad con la ayuda de nuestros hermanos en Cristo.
De eso se deduce que la iglesia debe estar preparada para poder dar la ayuda y contención emocional necesarios a los homosexuales. La iglesia no solo debe recibirlos, también debe animarlos a vivir como es digno del evangelio. Pero también debe ayudarles a resolver sus conflictos psicológicos, a superar sus frustraciones, a encontrar consuelo y alivio, a liberarse de la culpa y la vergüenza, etc.
La iglesia no puede negarse a ver esta realidad. La iglesia debe estar preparada, con personas idóneas, especialmente capacitadas, que puedan ayudar a los homosexuales en su sanidad espiritual. Debe implementar programas y grupos de apoyo especiales. Son muchas las iniciativas que la iglesia puede tomar para atender a este grupo de personas.
Pero para eso la iglesia debe comenzar por romper con sus prejuicios. Perder el miedo a compartir con estas personas. Ser valiente y proclamar la verdad del evangelio con valor. Sentir misericordia y amor por los perdidos. Ser generosa y ayudar a quienes lo necesitan. Pero para realizar todo esto la iglesia debe estar medianamente saludable, viviendo en unidad, fomentando la santidad y no tolerando ningún nivel de corrupción espiritual en su interior.

CONCLUSIONES
Como cristianos debemos utilizar los adelantos científicos para estar bien informados y dar respuestas serias y equilibradas sobre los principales dilemas morales de nuestros tiempos. Debemos sacudirnos el estigma de ser personas ignorantes y atrasadas. La ciencia forma parte de la gracia común dada por Dios a la humanidad. Es nuestra responsabilidad no ser tropiezo ni causa de burla para el evangelio.
Nuestra postura ante la homosexualidad debe salir de un correcto uso de los métodos hermenéuticos, es decir, de una correcta interpretación de los textos bíblicos. La Biblia es la base de nuestra ética personal y comunitaria. Creemos que en ella Dios ha revelado su voluntad para la humanidad. Pero también reconocemos que ésta puede ser susceptible de malas interpretaciones. Es por ello que debemos por velar por un buen uso hermenéutico del texto bíblico.
La Biblia enseña que el amor y misericordia de Dios es para todos, incluso para los homosexuales. La iglesia haría mal en negar ese amor y esa misericordia a los homosexuales, solo por un estigma social. Si la iglesia quiere se fiel a su Señor, entonces debe hacer lo que su Señor hizo, abrir los brazos a todos aquellos que necesiten descansar de sus cargas.
La Biblia también enseña que Dios demanda de sus hijos los más altos estándares morales de vida. El cristiano es llamado a vivir en santidad, incluso aquel que debe luchar con su homosexualidad. El amor y la aceptación incondicional hacia los homosexuales no es una aceptación del pecado. Los ex-homosexuales, como cualquier cristiano, deben luchar por vivir de manera que honre a Dios.
La Biblia también enseña que la iglesia es responsable por el desarrollo espiritual de sus miembros. En ese sentido, la iglesia debe estar preparada para dar una respuesta y asistencia adecuada y pertinente a cualquiera que lo requiera, incluso a los homosexuales. La iglesia debe vencer su miedo inicial y buscar formas eficaces y bíblicas para poder ayudar a aquellos que luchan con sus instintos más primarios y sus deseos de agradar a Dios. La iglesia no puede esconder la cabeza como un avestruz y fingir que nada pasa, si hiciera eso, estaría traicionando su misión y a su Señor.
A fin de cuentas, cómo bien dijo nuestro Señor, toda la ética cristiana descansa sobre las bases del amor a Dios y al prójimo. Por amor debemos aceptarnos, por amor debemos luchar con nosotros mismos para poder agradar a Dios, por amor debemos ayudarnos mutuamente para poder ser testimonios vivos del poder de Dios.

BIBLIOGRAFIA
·                    Cáceres, Artidoro (2002). Manual de sexología. Lima, San Marcos.
·                    Grudem, Wayne (2007). Teología sistemática. Miami, Vida.
·                    Lacueva, Francisco (1975). Ética cristiana. Barcelona, Terrassa.
·                    León, Jorge (1976). Lo que todos debemos saber sobre la homosexualidad. Miami, Caribe.
·                    Martínez, José (1999). La homosexualidad, en su contexto histórico, teológico y pastoral. Barcelona, Alianza Evangélica Española.


[1] Cáceres, Artidoro. Manual de sexología (Lima: San Marcos, 2002).
[2] Ibíd.
[3] Martínez, José. La homosexualidad, en su contexto histórico, teológico y pastoral (Barcelona: Alianza Evangélica Español, 1999).
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Lacueva, Francisco. Ética cristiana (Barcelona: Terrasa, 1975).
[7] Grudem, Wayne. Teología sistemática (Miami: Vida, 2007).
[8] Ibíd.
[9] León, Jorge. Lo que todos debemos saber sobre la homosexualidad (Miami: Caribe, 1976).
[10] Ibíd.

No hay comentarios:

Publicar un comentario