EDUARDO VASQUEZ CARRASCO
INTRODUCCION
El tema de la
homosexualidad es pertinente por varios motivos. A pesar de ser parte de la
sexualidad humana desde que esta existe sobre la tierra, nunca pierde su
vigencia, ya que ha acompañado al ser humano siempre. Es un tema actual,
entonces, que exige se le preste atención.
También es pertinente
abordarlo por lo polémico que resulta. La ética sexual, como cualquier otra
ética, despierta opiniones encontradas entre las personas. Por lo general,
muchos responden iracundamente cuando se menciona el tema, ya sea aprobándolo o
censurándolo.
También es un tema urgente.
La iglesia ha intentado hacerse de la vista gorda con este tema por mucho
tiempo, tal vez por miedo o ignorancia. Pero desde hace tiempo, con la
liberación sexual y el advenimiento de la posmodernidad, la homosexualidad como
estilo de vida y forma de vivir la sexualidad humana ha vivido junto a quienes
forman parte de la iglesia, a través de amigos, familiares o conocidos.
La iglesia es retada a
dar una respuesta, y urgente, a las personas que están sumergidas en este
ríspido asunto. La importancia del tema estriba, pues, en que es urgente una
respuesta informada y bíblicamente fiel de parte del cuerpo de Cristo.
LA PERSPECTIVA SECULAR
El movimiento de liberación
sexual ha impactado grandemente en la forma como las personas ven el tema de la
homosexualidad[1].
El feminismo, movimientos hippies, pacifistas, de protesta, etc. y otros
movimientos sociales han contribuido a la liberación sexual de una sociedad que
veía la sexualidad como un tabú.
El psicoanálisis, el
humanismo, los adelantos científicos y tecnológicos con la consecuente ilusión
de poder y dominio en el ser humano, han contribuido también a abordar la
sexualidad humana con menos culpas y más liberalismo.
La sociedad pasó de una
visión victoriana, reprimida y culposa de la sexualidad, ha una visión liberal
y amoral de la misma. Desde luego que ambos extremos son perniciosos para la
salud y bienestar del ser humano. Todavía no se supera la lucha entre la tesis
y la antítesis de la sexualidad, todavía no llegamos a la síntesis, al punto medio
de cómo debemos vivir nuestra sexualidad. En armonía con nosotros, con los
demás y con los imperativo morales de cualquier sociedad.
Otro énfasis que domina
la perspectiva secular de la sexualidad en general, y de la homosexualidad en
particular, lo da una ética situacional, relativista y hedonista, imperante en
nuestra sociedad posmoderna[2].
Luego del desencanto de las promesas de bienestar y progreso que la ciencia, la
tecnología y la modernidad no pudieron satisfacer, la sociedad pasó a vivir una
etapa de pesimismo, desencanto y relativismo que muchos han venido a llamar
posmodernidad.
En nuestra actual
sociedad posmoderna, desencantada de las promesas insatisfechas de la
modernidad (luego de dos guerras mundiales y varios genocidios, impera una ética
situacional y relativista. La gente no cree en verdades absolutas, algunos ni
siquiera creen que algo así como la “verdad” pueda existir o ser conocida. Los
absolutos morales son ideas arcaicas y desfasadas, ya no hay lugar para ellas.
Nada es absoluto, cada uno construye su propio destino, dicen muchos.
Muchos descubrimientos
hechos por la psicología, aunque mal entendidos e interpretados, ha sido
utilizados como pretextos para descuidar la disciplina en el hogar. El
resultado son generaciones de jóvenes sin valores y sin rumbo fijo, padres
necios e inmaduros, ciudadanos irresponsables, autoridades ineficaces, etc.
Nadie se hace cargo de nada, salvo de lo
que le afecte personalmente. Palabras como solidaridad y bien común solo
quedan en la retorica de los políticos.
A todo esto hay que
agregar un hedonismo reinante. La gente solo hace aquello que le resultad fácil
y placentero. El esfuerzo y el trabajo duro están muy lejos de los ideales de
las mayorías. Todos buscan los mejores resultados con el mínimo esfuerzo,
aunque eso signifique la desgracia de otro.
En este panorama, no es
de extrañar que la homosexualidad no solo haya encontrado cabida, sino que se
haga apología y propaganda de ella. Incluso los mismos griegos y romanos de la
antigüedad se escandalizarían al presenciar el grado de inmoralidad en que ha
caído el género humano.
Como nadie cree en
absolutos morales ni en verdades universales, entonces nadie acepta ninguna
autoridad que pueda normar, por ejemplo, la sexualidad humana. Se cree y se
defiende la idea de que cada ser humano, en la privacidad de su hogar, es el
único autorizado a determinar cómo vive su sexualidad.
El ideal de la sociedad
posmoderna con relación a la sexualidad es el siguiente. Que cada uno
determina, como mejor pueda, cómo vivir su sexualidad. Homosexualidad,
bisexualidad, heterosexualidad “flexible”, y un largo etcétera, son aceptados y
promovidos porque forman parte de la ética hedonista y relativista dominante.
A pesar de lo antes
dicho, hay grupos de personas interesadas en buscar un respaldo bíblico y
teológico de la práctica homosexual. Estos grupos utilizan una exégesis y
hermenéutica forzadas para eliminar el impedimento bíblico de la práctica
homosexual[3].
Pasajes bíblicos como Levítico 18 y 22, Génesis 19, Romanos 1 y 1 Corintios 6,
son victimas de una hermenéutica tendenciosa y malintencionada, que busca
encontrar una justificación “bíblica” de la homosexualidad.
Otra realidad que no se
puede ignorar es la creciente intolerancia hacia el cristianismo y sus valores.
Algunos grupos se oponen gratuitamente a todo lo que lleve rastros de
cristianismo. Debido a que el cristianismo preconiza absolutos morales, una
ética bíblica y estándares altos de vida, esto resulta molesto a muchos grupos
de interés.
A pesar de que desde
siempre el cristianismo ha sido blanco de burlas y persecuciones, hoy por hoy
vemos una intensificación de intolerancia anticristiana. Mientras se abre las
puertas a religiones orientales y a filosofías humanistas, se masifican las
burlas y ataques a las iglesias y al mensaje evangélico.
No es de extrañar que
en este ambiente, se ignore y ridiculice la postura que la iglesia tiene frente
a la homosexualidad, y a otras prácticas sexuales.
En resumen, la sociedad
actual, hedonista y posmoderna, no solo tolera sino que promueve y defiende
ardorosamente la homosexualidad como forma legitima de vivir la sexualidad
humana.
Esta postura se
entiende, como se dijo, por un desencanto de la modernidad, la proliferación de
una ética situacional y hedonista, y un abierto rechazo al cristianismo y a su
mensaje evangélico. Todo esto no es otra cosa, que manifestaciones de la
naturaleza pecaminosa en las personas irredentas. Es el pecado el que habla
desde dentro del corazón de la raza humana, defendiendo y promoviendo la homosexualidad
como forma de vida legítima.
LA PERSPECTIVA CRISTIANA
Muy contrario al mito
popular, un gran sector de la cristiandad acepta y reconoce como válidos los
adelantos científicos[4].
Es verdad que hay grupos fundamentalistas al interior del mundo cristiano que
rechazan y niegan cualquier idea o descubrimiento científico. Se manejan bajo
la premisa de que la ciencia y la fe son discordantes y disonantes.
Pero tal idea es
errada. La ciencia y la Biblia no tienen por qué ser antagónicas. Podemos creer
en la Biblia y aceptarla como fuente autoritativa de la revelación divina, y al
mismo tiempo conocer, valorar y utilizar los adelantos científicos. No hay
contradicción en ello.
En el tema de la
homosexualidad, podemos y debemos tener, como cristianos, una opinión informada
sobre este asunto. Sin bien es cierto, la ciencia médica y psicológica ha hecho
poco por descubrir las causas y naturaleza de la homosexualidad, debemos, con
todo, conocer lo que han descubierto hasta el día de hoy[5].
Nuestro fundamento de la Biblia como testimonio autoritativo de ética debe ir
acompañado de un entendimiento científico de la homosexualidad. Si queremos ser
tomados en serio por la comunidad circundante y si queremos honrar a Dios debemos
evitar ser motivo de burla para el evangelio por nuestra ignorancia.
Ya se mencionó antes,
creemos que la Biblia es la única fuente autorizada de revelación divina y de
ética cristiana[6].
Esto significa que en la Biblia encontramos los absolutos morales que nos guían
al momento de determinar qué es éticamente correcto o no. Es verdad que la
Biblia es un libro con cierto trasfondo cultural. Es por ello que debemos hacer
un buen uso de la exegesis y la hermenéutica para evitar caer en malas
interpretaciones.
Esto último es más
fácil de decir que de hacer. Es difícil delimitar hasta donde cierto mensaje
bíblico es parte de una ética universal para todos los creyentes, cualquiera
sea cultura, y que porción de la Biblia relata sólo circunstancias culturales
para un pueblo en un tiempo y lugar delimitados.
Un adecuado método
hermenéutico, como el método histórico gramatical y el método inductivo, puede
ayudarnos a determinar una buena exégesis de los textos bíblicos. Es importante
saber que dice la Biblia sobre la homosexualidad, ya que de ese entendimiento
se desprenderá mayoritariamente nuestra perspectiva y posición con relación al
tema.
Haciendo un breve
recorrido por algunas porciones de la Biblia podemos obtener tres grandes ideas
que nos pueden dar algunas luces sobre cómo debe afrontar la iglesia el asunto
de los homosexuales. Estas tres ideas se pasan a considerar a continuación.
En primer lugar, las puertas de la iglesia
deben estar abiertas para todos. A lo largo de toda la Biblia notamos que la
invitación a formar parte del pueblo de Dios es universal[7].
En el antiguo pacto con Israel, Dios eligió a este como su pueblo (Jer.
32:38-40; Ez. 34:30-31) pero existí la posibilidad de que cualquier persona que
deseara formar parte de este pueblo podía hacerlo (Ex. 12:48).
Ya en el nuevo pacto, el carácter universal del
pueblo de Dios se hace más evidente. Son numerosos los pasajes bíblicos del
Nuevo Testamento que nos indican el propósito universal del evangelio, es
decir, que el evangelio es abierto a todas las personas, cualquiera sea su
condición inicial. La gran comisión deja muy claro que su extensión es a todas
las naciones (Mat. 28:19-20).
Nuestro Señor Jesucristo dejó bien en claro que
la invitación evangélica es para todos, pero, precisamente, es para aquellos
enfermos que necesitan médico, para aquellas ovejas que no tienen pastor (Mar.
2:17; Mat. 9:36).
Ya que el evangelio es para todos, pero más
urgentemente, para aquellos que necesitan médico, que necesitan curación, queda
claro que la iglesia debe abrir sus puertas y recibir cálida y cordialmente a
los homosexuales.
Cerrarles las puertas de la iglesia a los
homosexuales, o ponerles condiciones o requisitos previos para que puedan
ingresar y formar parte de la comunidad de creyentes es un sinsentido
anti-bíblico. Esta postura de rechazo y desconfianza hacia los homosexuales
responde más que a la piedad cristiana, a un conflicto inconsciente de culpa
que se busca reprimir a través de la discriminación y el estigma social.
Muchos cristianos, a pesar de haber sido
redimidos y de estar en el proceso de santificación de sus vidas, aun guardan
algunos conflictos inconscientes. Culpa, angustia, son algunos sentimientos que
aun dominan la vida de muchos creyentes. Cuando estos creyentes se ven
reflejados en algún homosexual que llega por primera vez a la iglesia, o
cualquier otra persona considerada “pecadora”, entonces afloran sus neurosis
personales y responden con rechazo y desaprobación, en un intento por aplacar
sus propias angustias personales.
Esta actitud no es para nada saludable. No solo
no es cristiana, sino que no es humana ni civilizada por ningún lado que se la
mira. La actitud correcta está claramente estipulada en los evangelios. Nuestro
Señor Jesucristo nos muestra claramente cuál debe ser nuestra actitud para con
las personas que son alcanzadas con el evangelio.
El evangelio es la respuesta y provisión de
Dios para aquellos enfermos espirituales y para aquellas almas desamparadas y
dispersas que no tienen pastor. Los homosexuales, y muchas otras personas más,
son precisamente aquellos enfermos espirituales y aquellas ovejas desamparadas
que necesitan del Príncipe de los pastores para hallar el descanso y la
sanación que tanto anhelan.
En segundo lugar, la iglesia debe mantener los
más altos estándares de vida cristiana para todos[8].
La Biblia deja muy claro que el estándar de vida que Dios demanda de sus hijos
es bastante elevado (Mat. 5:48; Ro. 6:13; 8:13; 12:1; Fil. 2:12-13). Son
innumerables los pasajes bíblicos donde encontramos una y otra vez las demandas
de Dios para una vida cristiana caracterizada por la santificación.
Efectivamente, una vida santa es la mejor evidencia de haber alcanzado la
redención del calvario.
En ese sentido, la iglesia debe ser celosa de
cuidar los más altos estándares de vida santa (1Ti. 3:15). No solo los
homosexuales, sino todas las personas, sea cual sea su condición inicial, deben
estar conscientes y luchar por ir alcanzando, gradualmente, la santificación en
sus vidas. La iglesia debe evitar caer en el error de ser permisiva y laxa al
momento de velar por la moral de su congregación. La iglesia no debe tolerar ni
aceptar el pecado al interior de su seno.
Así como el llamado a formar parte del pueblo
de Dios es universal, el llamado a una vida santa también es para todos sus
hijos. Todos los cristianos que de veras quieren agradar a Dios y vivir en
congruencia con la salvación que han obtenido, deben aceptar los lineamientos
de Dios para su vida y esforzarse por lograrlo.
Esto incluye a los homosexuales, que habiendo
llegado a la iglesia y habiendo tenido un encuentro personal con Cristo, ahora
deben vivir una vida santa y agradable ante el Señor y ser buenos testimonios
para todos, y de esa manera honrar a Dios con sus vidas (He. 12:14; 1Ts. 4:3;
1Jn. 3:3; 2 Pe. 1:5).
Pero los homosexuales no están solos en su
lucha por lograr la santidad en sus vidas. La Biblia aclara que ésta se logra
viviendo en una comunidad de creyentes (He. 10:24-25). La iglesia no solo debe
ser guardiana de la moral, sino también debe ser una comunidad terapéutica que
ayude a sus miembros, con amor y aceptación, a alcanzar, conjuntamente, las
demandas de Dios (Ef. 4:1-3, 16; 1 Co. 12:12-26; Gal. 6:1-2; 1 Pe. 2:9).
Dios juega un papel importantísimo en nuestra
santificación (1 Ts. 5:23; He. 2:5-11; Fil. 2:13). El camino de la
santificación para el homosexual es difícil y doloroso. Tiene que luchar contra
muchos sentimientos en conflicto. Pero estas personas pueden encontrar el
consuelo y la fuerza para no desmallar en la verdad bíblica. Ésta consiste en
que no estamos solo en nuestra lucha por vivir santamente. Dios es el principal
artífice de nuestra santidad (1 Co. 1:30; He. 12:2; 1 Pe. 2:21; 1 Jn. 2:6).
En tercer lugar, la iglesia debe estar
preparada para ayudar a los homosexuales con sus conflictos y dificultades[9].
La iglesia como siervo de Dios en la tierra es llamada a poder responder ante
los dilemas humanos. La iglesia tiene una responsabilidad terapéutica para con
sus miembros.
El apóstol Pablo nos invita a sobrellevar las
cargas los unos de los otros (Gal. 6:2). Esto significa que la iglesia es
llamada a ser una comunidad terapéutica, en el sentido que tiene el ministerio
de curar y sanar las heridas del alma a través del amor mutuo.
El ser humano fue creado a imagen y semejanza
de Dios. Teníamos el imago dei dentro
de nosotros. Pero el pecado desdibujó ese imago
dei y sucumbimos ante la concupiscencia[10].
La homosexualidad es un claro ejemplo de como el pecado desvirtúa nuestro
diseño original, creado por Dios en su soberanía, y lleva a la naturaleza
humana hasta la degradación más miserable.
Ya se dijo que esta condición no debe ser
impedimento para aceptar a los homosexuales en la iglesia, como primer paso en
su proceso de sanación. Nuestro propósito en la tierra es la santificación,
buscar reconstruir, con la ayuda y dirección del Espíritu Santo, la imagen de
Dios dentro de nosotros. Llegar a la estatura de Cristo, el segundo Adán, quien
cumplió fielmente el plan de Dios para nosotros.
En ese sentido, la iglesia debe ser la
comunidad que ayude a sus integrantes a reconstruir la imagen de Dios dentro de
ellos, desdibujada por la presencia del pecado. Debemos buscar vivir nuestra
santidad con la ayuda de nuestros hermanos en Cristo.
De eso se deduce que la iglesia debe estar
preparada para poder dar la ayuda y contención emocional necesarios a los
homosexuales. La iglesia no solo debe recibirlos, también debe animarlos a
vivir como es digno del evangelio. Pero también debe ayudarles a resolver sus
conflictos psicológicos, a superar sus frustraciones, a encontrar consuelo y
alivio, a liberarse de la culpa y la vergüenza, etc.
La iglesia no puede negarse a ver esta
realidad. La iglesia debe estar preparada, con personas idóneas, especialmente
capacitadas, que puedan ayudar a los homosexuales en su sanidad espiritual.
Debe implementar programas y grupos de apoyo especiales. Son muchas las
iniciativas que la iglesia puede tomar para atender a este grupo de personas.
Pero para eso la iglesia debe comenzar por
romper con sus prejuicios. Perder el miedo a compartir con estas personas. Ser
valiente y proclamar la verdad del evangelio con valor. Sentir misericordia y
amor por los perdidos. Ser generosa y ayudar a quienes lo necesitan. Pero para
realizar todo esto la iglesia debe estar medianamente saludable, viviendo en
unidad, fomentando la santidad y no tolerando ningún nivel de corrupción
espiritual en su interior.
CONCLUSIONES
Como cristianos debemos
utilizar los adelantos científicos para estar bien informados y dar respuestas
serias y equilibradas sobre los principales dilemas morales de nuestros
tiempos. Debemos sacudirnos el estigma de ser personas ignorantes y atrasadas.
La ciencia forma parte de la gracia común dada por Dios a la humanidad. Es
nuestra responsabilidad no ser tropiezo ni causa de burla para el evangelio.
Nuestra postura ante la
homosexualidad debe salir de un correcto uso de los métodos hermenéuticos, es
decir, de una correcta interpretación de los textos bíblicos. La Biblia es la
base de nuestra ética personal y comunitaria. Creemos que en ella Dios ha
revelado su voluntad para la humanidad. Pero también reconocemos que ésta puede
ser susceptible de malas interpretaciones. Es por ello que debemos por velar
por un buen uso hermenéutico del texto bíblico.
La Biblia enseña que el
amor y misericordia de Dios es para todos, incluso para los homosexuales. La
iglesia haría mal en negar ese amor y esa misericordia a los homosexuales, solo
por un estigma social. Si la iglesia quiere se fiel a su Señor, entonces debe
hacer lo que su Señor hizo, abrir los brazos a todos aquellos que necesiten
descansar de sus cargas.
La Biblia también
enseña que Dios demanda de sus hijos los más altos estándares morales de vida.
El cristiano es llamado a vivir en santidad, incluso aquel que debe luchar con
su homosexualidad. El amor y la aceptación incondicional hacia los homosexuales
no es una aceptación del pecado. Los ex-homosexuales, como cualquier cristiano,
deben luchar por vivir de manera que honre a Dios.
La Biblia también
enseña que la iglesia es responsable por el desarrollo espiritual de sus
miembros. En ese sentido, la iglesia debe estar preparada para dar una
respuesta y asistencia adecuada y pertinente a cualquiera que lo requiera,
incluso a los homosexuales. La iglesia debe vencer su miedo inicial y buscar
formas eficaces y bíblicas para poder ayudar a aquellos que luchan con sus
instintos más primarios y sus deseos de agradar a Dios. La iglesia no puede
esconder la cabeza como un avestruz y fingir que nada pasa, si hiciera eso,
estaría traicionando su misión y a su Señor.
A fin de cuentas, cómo
bien dijo nuestro Señor, toda la ética cristiana descansa sobre las bases del
amor a Dios y al prójimo. Por amor debemos aceptarnos, por amor debemos luchar
con nosotros mismos para poder agradar a Dios, por amor debemos ayudarnos
mutuamente para poder ser testimonios vivos del poder de Dios.
BIBLIOGRAFIA
·
Cáceres,
Artidoro (2002). Manual de sexología. Lima, San Marcos.
·
Grudem,
Wayne (2007). Teología sistemática. Miami, Vida.
·
Lacueva,
Francisco (1975). Ética cristiana. Barcelona, Terrassa.
·
León,
Jorge (1976). Lo que todos debemos saber sobre la homosexualidad. Miami,
Caribe.
·
Martínez,
José (1999). La homosexualidad, en su contexto histórico, teológico y pastoral.
Barcelona, Alianza Evangélica Española.
[1] Cáceres, Artidoro. Manual de
sexología (Lima: San Marcos, 2002).
[2] Ibíd.
[3] Martínez, José. La
homosexualidad, en su contexto histórico, teológico y pastoral (Barcelona:
Alianza Evangélica Español, 1999).
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Lacueva, Francisco. Ética
cristiana (Barcelona: Terrasa, 1975).
[7] Grudem, Wayne. Teología
sistemática (Miami: Vida, 2007).
[8] Ibíd.
[9] León, Jorge. Lo que todos
debemos saber sobre la homosexualidad (Miami: Caribe, 1976).
[10] Ibíd.
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