martes, 8 de septiembre de 2015

“A Dios rogando, y con el mazo dando”

“A Dios rogando, y con el mazo dando” reza el dicho popular, y como todo dicho popular tiene algo de razón. Aunque se usa indistintamente en variadas ocasiones, y no siempre con tino, lo cierto es que guarda algo de verdad.

Las acciones que componen la vida cristiana podrían dividirse en dos clases, las pasivas y las activas. Las pasivas son aquellas donde nos rendimos a la soberanía de Dios, esperamos en El, aceptamos su voluntad, nos sujetamos y sometemos a sus planes, guardamos silencio y en quietud aguardamos a su voz. Las acciones activas, por el contrario, implican la iniciativa y voluntad participativa del creyente, orar, leer la Biblia, congregarse, servir a través de un don, disciplinarse para mostrar un carácter probo, etc.

Ambas clases de acciones son necesarias en la vida cristiana para lograr un balance. Como dijo nuestro Señor, es necesario hacer esto, sin dejar de hacer aquello. Por lo general se nos da bien aceptar el lado pasivo, confesamos confiar en Dios, le aceptamos y esperamos. Pero también es necesario el aspecto activo, disciplinarse, esforzarse, trabajar, hacer algo al respecto, para que esa voluntad de Dios en la que tanto confiamos se haga realidad en nuestras vidas.

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