EDUARDO
VASQUEZ CARRASCO
INTRODUCCION
El término adoración se aplica a veces a
todo en la vida cristiana, y se dice correctamente que todo en nuestra vida
debe ser un acto de adoración, y que todo lo que hace la iglesia debe
considerarse adoración, porque todo lo que hacemos debe glorificar a Dios. Sin
embargo, en este trabajo monográfico no utilizaremos esa palabra en ese amplio
sentido. Más bien se usará el término adoración con un significado más
específico para aludir a la música y las palabras que los cristianos dirigen a
Dios en alabanza, junto con las actitudes entrañables que acompañan esa
alabanza, especialmente cuando los cristianos se reúnen. Este trabajo se
concentra en las actividades de adoración de la iglesia reunida.
1.
DEFINICION Y PROPOSITO DE LA ADORACION
La adoración es la actividad de glorificar
a Dios con nuestras voces y corazones en su presencia. En esta definición se
dice que adoración es un acto de glorificar a Dios. Pese a que se supone que
todos los aspectos de nuestras vidas glorifiquen a Dios, esta definición
especifica que la adoración es algo que hacemos especialmente cuando venimos
ante la presencia de Dios, cuando estamos conscientes de que lo adoramos en
nuestros corazones, y cuando lo alabamos con nuestras voces y hablamos de él de
manera que otros puedan oír. Pablo alienta a los cristianos en Calosas: «Que
habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y
aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones
espirituales a Dios, con gratitud de corazón» (Col 3:16).
Adorar es una expresión directa del máximo
propósito de vivir, «glorificar a Dios y gozar de él a plenitud para siempre».
Dios habla de sus «hijos» e «hijas», como de «todo el que sea llamado por mi
nombre, al que yo he creado para mi gloria, al que yo hice y formé. (1s
43:6-7). Pablo también utiliza un lenguaje similar cuando dice que «a fin de que
nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza
de su gloria» (Ef. 1: 12). La Escritura dice aquí y en muchos otros pasajes que
Dios nos creó para glorificarlo.
Cuando reflexionamos sobre el propósito de
la adoración ello recuerda también que Dios es digno de adoración y las
personas no. Aun hubo que decirle al apóstol Juan que no debía adorar a ninguna
criatura, ni siquiera a un poderoso ángel del cielo. Cuando él se «postró» a
los pies del ángel que le mostró maravillosas visiones del cielo, el ángel le
dijo: «¡No, cuidado!»... ¡Adora solo a Dios! (Ap 22:8-9).
Esto es porque Dios es celoso de su propio
honor y debidamente busca su propio honor. Él dice: «Yo, el SEÑOR tu Dios, soy
un Dios celoso» (Ex 2:5) y ¡No cederé mi gloria a ningún otro! (Is 48: 11).
Algo dentro de nosotros debe temblar y regocijarse por este hecho. Debemos
temblar de miedo a fin de que no le robemos a Dios su gloria. Debemos
regocijamos de que sea justo que Dios busque su propio honor y sea celoso de su
propio honor. Los veinticuatro ancianos en el cielo sienten esta reverencia y
gozo, pues se postran ante el trono de Dios y rinden sus coronas delante de él
cantando: «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y
el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas:
(Ap 4: 11). Cuando sentimos la absoluta justicia de estar embebido de esto
dentro de nosotros mismos entonces tenemos la apropiada actitud del corazón para
una adoración genuina.
Porque Dios es digno de adoración y busca
ser adorado, todas las cosas en nuestros servicios de adoración deben estar
diseñadas y realizadas no para llamar la atención hacia nosotros mismos o darnos
gloria, sino para llamar la atención hacia Dios y hacer que las personas
piensen sobre él. Sería apropiado que evaluemos de nuevo frecuentemente los
distintos elementos de nuestros servicios dominicales -la predicación, la
oración pública, la dirección de la adoración, la música especial, la
celebración de la Cena del Señor, y aun los anuncios y la ofrenda. Pedro dice
que los dones espirituales deben ser usados de forma tal que Dios sea «en todo
alabado por medio de Jesucristo» (1 P 4:11).
2.
LA ADORACION GENUINA
2. 1. ADORAR EN ESPIRITU Y EN VERDAD
La adoración es una actividad espiritual y
debe ser facultada por el Espíritu Santo que obra en nosotros. Esto significa
que debemos orar que el Espíritu Santo nos capacite para adorar correctamente.
“Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores
rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que
sean los que lo adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en
espíritu y en verdad”. (Gn. 4:23-24).
Adorar «en espíritu y en verdad» se
entiende que significa no «en el Espíritu Santo», sino más bien «en el ámbito
del espíritu, en el ámbito de la actividad espiritual». Esto significa que la
verdadera adoración involucra no solo nuestros cuerpos físicos sino también
nuestros espíritus, el aspecto inmaterial de nuestra existencia que actúa
primariamente en el ámbito de lo invisible.
Debemos damos cuenta que Dios también
busca continuamente a aquellos que lo adorarán en lo espiritual y por lo tanto
a aquellos cuyo espíritu así como cuerpo y mente adoran a Dios. Tal adoración
no es opcional pues aquellos que adoran a Dios «deben hacerlo en espíritu y en
verdad». A menos que nuestros espíritus adoren a Dios no estamos adorándolo
verdaderamente.
2. 2. SER CONSCIENTE DE LA PRESENCIA DE
DIOS
Una actitud de adoración se logra cuando
comenzamos a ver a Dios como él es y entonces respondemos a su presencia. Aun
en el cielo los serafines que contemplan la gloria de Dios claman: «Santo,
santo, santo es el SEÑOR Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria»
(Is 6:3). Cuando los discípulos vieron a Jesús caminando sobre el agua, y
entonces vieron cesar el viento cuando entró a la embarcación, «los que estaban
en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de
Dios"» (Mt 14:33).
Por consiguiente la genuina adoración no
es algo auto-generado o que puede desarrollarse dentro de nosotros mismos. Debe
ser más bien una efusión de nuestros corazones en respuesta a una toma de
conciencia sobre quién es Dios.
2. 3. PREPARACION ESPIRITUAL
Se debe recordar que la adoración es una
cuestión espiritual (Gn 4:21-24), y las soluciones fundamentales serán por lo
tanto espirituales. Se necesitará mucha oración en preparación para la
adoración, especialmente de parte del liderazgo, pidiendo que Dios bendiga los momentos
de adoración y se nos manifieste. También las congregaciones necesitarán
instrucción sobre la naturaleza espiritual de la adoración y la interpretación
del Nuevo Testamento sobre adorar en la presencia de Dios (Heb 12:22-24).
Además, los cristianos necesitan ser
alentados a corregir cualesquiera relaciones interpersona1es rotas. Pablo dice
que los hombres deben levantar las manos «con pureza de corazón, sin enojos ni
contiendas» (1 Ti 2:8), y Jesús nos recuerda que primero debemos reconciliarnos
con nuestro hermano, y entonces venir ante el altar de Dios y presentar nuestra
ofrenda (Mt 5:24). Juan dice que cualquiera que diga: «Yo amo a Dios» pero odia
a su hermano «es un mentiroso» (1 Jn 4:20).
La iglesia entera es responsable de
vigilar que no brote ninguna «raíz de amargura» que cause problemas, y que «por
ella muchos sean contaminados» (Heb 12: 15), lo que es una indicación de que el
pecado y las relaciones rotas entre unos cuantos pueden extenderse a muchos e
impedir que las bendiciones de Dios lleguen a toda la congregación.
2. 4. UNA VIDA DE SANTIDAD
Por otra parte, si de verdad vamos a
acercarnos a Dios en la adoración, debe haber un afán personal de santidad en
la vida. El autor de Hebreos le recuerda a los creyentes que sigan «la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor» (Heb 12:14), y Jesús dice que son «los de
corazón limpio» quienes «verán a Dios» (Mt 5:8), una promesa que se cumple
parcialmente en esta vida y completamente en la era por venir. Juan dice
específicamente en relación con la oración: «Si el corazón no nos condena,
tenemos confianza delante de Dios» (l Jn 3:21), pero este principio ciertamente
se aplica también a la adoración, al atrevernos a venir ante la presencia de Dios
a ofrecerle alabanza. Santiago indica similar preocupación cuando,
inmediatamente después de decir: «Acérquense a Dios, y él se acercará a
ustedes», añade: “¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes,
purifiquen su corazón!” (Stg 4:8).
2. 5. EL ESCENARIO FISICO
No obstante el escenario físico y la
estructura de los servicios de adoración sí cuentan, pues hay indicios de que Jesús
pensó que la atmósfera de la adoración era muy importante. Él «entró en el
templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de
los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas». Al explicar
estas acciones, Jesús insistió en que el templo debía ser una casa de oración,
pues dijo: «Escrito está: «Mi casa será llamada casa de oración »; pero ustedes
la están convirtiendo en «cueva de ladrones» (Mt 21:12-13).
También le dijo a los creyentes: “Cuando
te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que
está en secreto” (Mat 6:6), no solo porque en nuestros cuartos no nos verán los
hombres, y no oraremos para recibir gloria de los hombres, sino también porque
saber que otros nos observan en nuestras oraciones distrae con facilidad
nuestra atención, de manera que entonces en parte oramos para que nos escuchen
los demás o por lo menos para no ofenderlos. Esto no significa que la adoración
y la oración en grupo están prohibidas (pues ambas son muy notorias tanto en el
Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento), pero dice que debemos escoger
un sitio para la oración y la adoración que evite lo más posible las
distracciones. Esto concuerda con el hecho de que la adoración debe hacerse de
forma ordenada, “pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Co 14:33).
La atmósfera y el estado de ánimo de la
adoración son importantes, porque debemos servir a Dios “agradándole con temor
y reverencia” (Heb 11 :28). Esto significa que es apropiado reunirse como
iglesia en un sitio que contribuye a la adoración, una adoración que de
ordinario es privada y libre de distracción, que da la oportunidad de centrar
la atención en el Señor.
2. 6. EL CULTO CONGREGACIONAL
El canto es especialmente importante en la
adoración tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En nuestros días ha
ocurrido un cambio notable tanto en el castellano estándar que la gente habla
como en las formas musicales con las que la gente está familiarizada, y las
iglesias necesitan hablar y planificar abierta y honestamente a fin de
encontrar una mezcla de canciones que puedan cantarse bien por toda la
congregación, y con las que las personas puedan identificarse genuinamente como
un vehículo para expresar su alabanza a Dios. Canciones que se dirijan a Dios directamente
en segunda persona (esto es, hablarle a Dios como “tú”) en lugar de hablarle
como “él” serán a menudo especialmente efectivas como cánticos de adoración, aunque
los Salmos demuestran que ambos tipos de canciones agradan a Dios.
Además, es importante apartar suficiente
tiempo para los varios aspectos de la adoración colectiva. La oración genuina
puede ciertamente tomar tiempo (Lc 6: 12; 22:39-46; Hch 12: 12; 13:2). Así
mismo, una sólida enseñanza bíblica puede a menudo requerir un tiempo
prolongado (Mt 15:32; Hch 20:7-11). Por otra parte, una adoración y alabanza
genuinas y sentidas también requerirán bastante tiempo para ser efectivas.
Esto es cierto en parte porque los
diferentes aspectos de un culto de adoración requieren diferentes actitudes y
estados mentales. Escuchar una enseñanza bíblica requiere atención hacia el
texto y el maestro. La alabanza requiere gozo y concentrarse en el Señor y su
grandeza. Las oraciones en las que se hacen súplicas requieren centrarse en el
sacrificio de nosotros mismos al Señor así como en ofrendarle de nuestras
posesiones y encomendarle que provea para nuestras necesidades.
La Cena del Señor requiere un tiempo de
reflexión, autoexamen, y quizá arrepentimiento, junto con acción de gracias.
Pero podemos tener todas estas actitudes de una vez, porque somos finitos. Se
requiere tiempo para lograr y sostener diferentes actitudes mentales. Por esa
razón es imposible cumplir todas las tareas necesarias para una congregación
reunida simplemente en una hora el domingo por la mañana, y es dañino hasta
intentarlo. Aquellos que tratan de hacerlo todo en un tiempo breve lo abarrotan
demasiado y no hacen nada bien.
Si las congregaciones han de lograr los
varios propósitos para los cuales Dios quiere que se reúnan, y especialmente para
tener momentos prolongados de adoración reverente, probablemente necesitarán
encontrar soluciones creativas que les permitan reunirse durante períodos más
largos de tiempo, y omitir o programar de nuevo algunas actividades que se han
convertido en habituales o tradicionales los domingos por la mañana pero que en
realidad no son necesarias.
3.
RESULTADOS DE LA ADORACION GENUINA
3.1. NOS DELEITAMOS EN DIOS
Dios nos creó no solo para glorificarlo
sino también para gozamos en él y deleitamos en su excelencia. Probablemente
experimentamos el deleite en Dios más plenamente en la adoración que en ninguna
otra actividad de esta vida. David confiesa que lo «único» que él buscará sobre
todo lo demás es «habitar en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura del SEÑOR y recrearme en su templo» (Sal 27:4).
La iglesia primitiva conoció ese gozo en
la adoración, pues “no dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa
en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad,
alabando a Dios y disfrutando la estimación general del pueblo”. (Hch. 2:46).
De hecho, inmediatamente después de la ascensión de Jesús al cielo, los
discípulos “regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en
el templo, alabando a Dios”. (Lc. 24:52-53)
Por supuesto, esa actividad de continua
adoración no puede durar para siempre en esta era, porque vivir en un mundo
caído requiere que dediquemos tiempo a muchas otras responsabilidades también.
Pero una alabanza continuada nos permite saborear de antemano la atmósfera del
cielo, donde las cuatro criaturas vivientes «repetían sin cesar: «Santo, santo,
santo, es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir»
(Ap. 4.8).
3. 2. DIOS SE DELEITA EN NOSOTROS
La asombrosa verdad de la Escritura es que
mientras la creación glorifica a Dios, él también se deleita en ella. Cuando
Dios hizo al principio el universo, miró a todo ello con deleite, y «consideró
que era muy bueno» (Gn. 1:31). Dios se deleita especialmente en el ser humano
que ha creado y redimido. Isaías le recordó al pueblo del SEÑOR:
“Serás
en la mano del SEÑOR como corona esplendorosa...
Serás
llamada «Mi Deleite»...
porque
el SEÑOR se deleitará en ti ...
como
un novio que se regocija con su novia;
así
tu Dios se regocijará por ti”. (Is. 62:3-5)
Esta verdad debe traernos un gran aliento,
pues mientras amamos a Dios y lo adoramos nos damos cuenta que llevamos gozo y
deleite a su corazón.
3. 3. NOS ACERCAMOS A DIOS
Esta es la asombrosa realidad del culto
del Nuevo Pacto. En el viejo pacto los creyentes solo podían acercarse a Dios
de una manera limitada a través de las ceremonias del templo; de hecho, la
mayor parte del pueblo de Israel no podía entrar al mismo templo, sino tenía
que quedarse en el patio. Aun los sacerdotes sólo podían entrar a la parte
exterior del templo, el «Lugar Santo», cuando ello le era asignado. Pero a la
parte interior del templo, el «Lugar Santísimo » nadie podía entrar excepto el
sumo sacerdote, y solo una vez al año. (Heb. 9:1-7).
Ahora, bajo el nuevo pacto, los creyentes
tienen el asombroso privilegio de ser capaces de entrar directamente al Lugar
Santísimo en el cielo cuando adoran. «Mediante la sangre de Jesucristo, tenemos
plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo» (Heb. 10.19). Como tenemos
libertad para entrar a la misma presencia de Dios, el autor de Hebreos nos
alienta: «Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena
seguridad que da la fe» (Heb. 10.22). La adoración en la iglesia del Nuevo Testamento
no es una simple práctica para alguna posterior experiencia celestial de
adoración, ni fingimiento, ni prácticas superficiales. Es una adoración genuina
en la presencia del mismo Dios, y cuando adoramos llegamos delante de su trono.
3. 4. DIOS SE ACERCA A NOSOTROS
Santiago nos dice: «Acercaos a Dios, y él
se acercará a vosotros» (Stg. 4:8). Esta ha sido la norma de los tratos de Dios
con su pueblo a lo largo de la Biblia, y debemos estar confiados que ello será
verdadero hoy también.
En el Antiguo Testamento, cuando el pueblo
de Dios comenzó a alabarlo en la dedicación del templo, él descendió y se
manifestó en medio de ellos: Los trompetistas y cantores alababan y daban
gracias al SEÑOR al son de trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales.
Y cuando tocaron y cantaron al unísono: «El SEÑOR es bueno; su gran amor
perdura para siempre», una nube cubrió el templo del SEÑOR. Por causa de la
nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR
había llenado el templo. (2 Cr. 5: 13-14).
Si bien esto solo habla de un incidente
específico, no parece equivocado suponer que Dios dará a conocer su presencia
entre su pueblo en otros momentos, cuando quiera que le agrade la alabanza que
ellos ofrecen (aunque no venga en forma de una nube visible). David dice: «Pero
tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel!» (Sal. 22:3).
3. 5. DIOS NOS MINISTRA
Aunque el propósito primario de la
adoración es glorificar a Dios, las Escrituras enseñan que en la adoración
también nos ocurre algo: nosotros mismos somos construidos o edificados. Por
supuesto, hasta cierto punto eso sucede cuando escuchamos las enseñanzas que la
Biblia ofrece o las palabras de aliento que otros nos dirigen. Pablo dice:
«Todo esto debe hacerse para la edificación» (1 Co. 14:26), y dice que debemos
animamos «unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales» (Ef. 5:19).
Pero además de la edificación que viene
del crecimiento de la comprensión de la Biblia y de escuchar las palabras de
aliento de otros, hay otro tipo de edificación que tiene lugar en la adoración:
Cuando adoramos a Dios, él se encuentra con nosotros y nos ministra
directamente, fortaleciendo nuestra fe, intensificando nuestra conciencia de su
presencia, y concediendo refrigerio a nuestros espíritus. Pedro dice que
mientras los cristianos vienen continuamente a Cristo (en adoración, oración y
fe), son «edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo: (1 P. 2.5).
3. 6. LOS ENEMIGOS DEL SEÑOR HUYEN
Cuando el pueblo de Israel comenzó a adorar,
a veces Dios lucharía por ellos contra sus enemigos. Por ejemplo, cuando
vinieron contra Judá los moabitas, los edomitas y los sirios, el rey Josafat
mandó al coro que alababa a Dios delante del ejército. Josafat designó a los
que irían al frente del ejército para cantar al SEÑOR y alabar el esplendor de
su santidad... Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el
SEÑOR puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte del
Seir que habían venido contra Judá, y los derrotó. (2 Cr. 20:21-22).
De manera similar, cuando el pueblo de
Dios lo adora hoy en día, debemos esperar que el Señor combatirá las fuerzas
demoníacas que se oponen al evangelio y las haga huir.
3. 7. LOS NO CREYENTES SABEN QUE ESTÁN EN
LA PRESENCIA DE DIOS
Aunque la Escritura no hace énfasis en la
evangelización como el objetivo primario cuando la iglesia se reúne a adorar,
Pablo dice a los corintios que piensen en los no creyentes y los de afuera que
vienen a sus servicios, para estar seguros que los cristianos hablan de manera
comprensible (1 Co. 14:23). También les dice que si el don de profecía funciona
adecuadamente, de vez en cuando los secretos del corazón del incrédulo se manifestarán,
y este caerá sobre su rostro y «adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios
está entre vosotros (1 Co. 4:25).
CONCLUSIONES
La adoración es la actividad de glorificar
a Dios con nuestras voces y corazones en su presencia. En esta definición se
dice que adoración es un acto de glorificar a Dios. Pese a que se supone que
todos los aspectos de nuestras vidas glorifiquen a Dios, esta definición
especifica que la adoración es algo que hacemos especialmente cuando venimos
ante la presencia de Dios, cuando estamos conscientes de que lo adoramos en
nuestros corazones, y cuando lo alabamos con nuestras voces y hablamos de él de
manera que otros puedan oír.
Porque Dios es digno de adoración y busca
ser adorado, todas las cosas en nuestros servicios de adoración deben estar
diseñadas y realizadas no para llamar la atención hacia nosotros mismos o darnos
gloria, sino para llamar la atención hacia Dios y hacer que las personas
piensen sobre él.
La adoración es una actividad espiritual y
debe ser facultada por el Espíritu Santo que obra en nosotros. Esto significa
que debemos orar que el Espíritu Santo nos capacite para adorar correctamente. Una
actitud de adoración se logra cuando comenzamos a ver a Dios como él es y
entonces respondemos a su presencia.
Si las congregaciones han de lograr los
varios propósitos para los cuales Dios quiere que se reúnan, y especialmente para
tener momentos prolongados de adoración reverente, probablemente necesitarán
encontrar soluciones creativas que les permitan reunirse durante períodos más
largos de tiempo, y omitir o programar de nuevo algunas actividades que se han
convertido en habituales o tradicionales los domingos por la mañana pero que en
realidad no son necesarias.
Dios nos creó no solo para glorificarlo
sino también para gozamos en él y deleitamos en su excelencia. Probablemente
experimentamos el deleite en Dios más plenamente en la adoración que en ninguna
otra actividad de esta vida. Ahora, bajo el nuevo pacto, los creyentes tienen
el asombroso privilegio de ser capaces de entrar directamente al Lugar
Santísimo en el cielo cuando adoran.
Aunque el propósito primario de la
adoración es glorificar a Dios, las Escrituras enseñan que en la adoración
también nos ocurre algo: nosotros mismos somos construidos o edificados.
BIBLIOGRAFIA
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Bartley, James (2003). La
adoración que agrada al Altísimo. El Paso, Mundo Hispano.
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Grudem, Wayne (2007).
Teología sistemática. Miami, Vida.
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Herrington, Russell
(2003). Cómo planificar los cultos de adoración. El Paso, Mundo Hispano.
·
Nelson, Eduardo (2003).
Que mi pueblo adore. El Paso, Mundo Hispano.
·
Piper, John (2001). Sed
de Dios. Barcelona, Andamio.
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